Por Hernán Alejandro Olano García

James Earl «Jimmy» Carter Jr., nacido en 1924 en Plains, Georgia, fue el 39º presidente de los Estados Unidos (1977-1981) y un político demócrata cuyo liderazgo destacó por su enfoque en los derechos humanos, la diplomacia internacional y la promoción de la paz. Carter asumió la presidencia en un contexto de tensiones internacionales y crisis internas, y aunque enfrentó desafíos como la crisis de los rehenes en Irán y problemas económicos en su país, su legado trasciende su mandato, en gran medida gracias a su papel mediador y sus logros en política exterior.

Uno de los momentos más significativos de su presidencia fue su intervención en la negociación del Tratado Torrijos-Carter, firmado en 1977, que aseguraba la devolución del Canal al antiguo departamento colombiano. Este tratado marcó un hito en las relaciones entre Estados Unidos y Panamá al establecer un plan para transferir definitivamente el control del Canal de Panamá, vital para el comercio internacional, al gobierno panameño antes del año 2000. Carter, junto al líder panameño Omar Torrijos, promovió este acuerdo bajo principios de justicia y soberanía, enfrentando críticas internas, especialmente de sectores que consideraban el tratado como una cesión estratégica. Sin embargo, Carter defendió el pacto como un ejemplo de diplomacia justa y respetuosa, reconociendo los derechos históricos de Panamá sobre el canal, frente al objetado acuerdo Urrutia Thompson, de ingrata recordación.

Mi lejano recuerdo de Jimmy Carter como presidente evoca imágenes del Bicentenario de la independencia de los Estados Unidos en 1976. Aunque aún no era presidente, su candidatura simbolizaba un nuevo liderazgo para una nación que celebraba dos siglos de historia. Las transmisiones en blanco y negro de ese evento quizás capturaron en mi el espíritu de una América en búsqueda de renovación, una meta que Carter intentó alcanzar en su gobierno.

Tras dejar la Casa Blanca, Carter encontró una nueva vocación como mediador y defensor de causas globales. A través del Centro Carter, fundado en 1982, se dedicó a promover la paz, los derechos humanos y la lucha contra enfermedades en regiones desfavorecidas. Su papel como mediador en conflictos internacionales, como las negociaciones de paz entre Israel y Palestina o la supervisión de elecciones en países en desarrollo, consolidaron su reputación como un hombre de paz, que lo llevaron en 2002, a recibir el Nobel de la Paz, en reconocimiento a su incansable labor para resolver conflictos, avanzar en la democracia y mejorar la calidad de vida de millones de personas.

Jimmy Carter representa un liderazgo ético y humanitario que trasciende la política. Aunque su mandato presidencial tuvo altibajos, su vida pospresidencial es un modelo de servicio y mediación internacional en favor de la paz reflejan el compromiso de un líder que nunca dejó de trabajar por un mundo más justo.

Con Colombia tuvo cercanía a través del Centro Rosalyn Carter, que premia investigaciones en materia de salud mental.

Las exequias del expresidente, en días previos a la posesión de Donald Trump, marcarán el encuentro del mandatario entrante con el saliente al igual que con los expresidentes Bill Clinton Barack Obama y George Bush, sentados, pero por protocolo, en la misma banca del servicio religioso.